No todo tiene que ser marca personal (ni este post)

Cuando el algoritmo dicta el carisma (y uno prefiere pensar un rato)

Hace un mes atrás, comenté en LinkedIn acerca de una pausa obligada, profunda y difícil que tuve que tomarme sin mayores alternativas. Hace un mes me despidieron, después de una licencia larga por duelo y hospitalización (como saben, las contingencias no cotizan en la AFC). Y en medio de esa pausa, uno observa cosas que antes pasaban más piola.

El ejemplo del día: la epidemia de marca personal extrema.

Qué nivel. Es como si todos se hubieran contagiado del “síndrome del baterista de redes sociales” que mencionaba en el post anterior. Algunos lo hacen con gracia —hay que decirlo— pero la mayoría termina atrapada en el loop de la pauta: sé simpático o sé experto, pero siempre vende algo (aunque no sepas tanto o aunque ni te diviertas de verdad).

Este Cyber fue un ejemplo de manual: más que ofertas, parecía un casting para influencers de LinkedIn. Y ojo, no es que no entienda que las redes son para cautivar y entretener, pero… ¿de verdad toda marca (y toda persona detrás de marca) tiene que ser la más divertida o la más iluminada del lugar? ¿Qué pasó con la originalidad? ¿Con simplemente hacer bien el trabajo? Hasta da la impresión que, entre tanto personaje confeccionado, algunos terminan siendo menos expertos de lo que realmente son… o directamente inventando expertiz.

Así que sigo con la misma idea que me viene rondando hace rato:

  • ¿Dónde rayos queda el valor de hacer cosas con otros?
  • ¿Dónde está la conversación sin automatizar?
  • ¿Podemos tener alguna experiencia sin KPI detrás?

Porque en esta era en que todo producto ya fue inventado o lo está codeando algún nerd brillante… el producto eres tú. Un asset con vitrina online, métricas y branding personal. Y lejos de parecerme cool, me parece más bien tragicómico.

Aclaro por si acaso: creo en la visibilidad. Pero no en este karaoke de egos donde todos son gurús sin cicatrices, sin dudas, sin historia real. Donde el fracaso se maquilla, el privilegio se oculta y la autenticidad se terceriza a un community manager o diseñador multitasking con Canva Pro (amor absoluto a Canva).

Por lo mismo —y que quede claro— este blog (ni estas reflexiones) buscan sumarse a esa pandemia de marca personal. No estoy «posicionando mi marca», ni diseñando una «estrategia de contenido personal», ni optimizando mi autenticidad en carruseles de LinkedIn. Solo palabras. Pensadas en voz alta. Sin pauta.

Eso sí: mi disposición para conversar sigue intacta. Sin keywords y sin “CTA al final”, a veces con eso basta. Y a veces, con eso, se empieza mejor.