¿Ciudades inteligentes con ciudadanos «tontos»? Una paradoja digital

No se trata de tener prompts si las personas no entienden lo que están pidiendo

Mientras algunos celebran la llegada de la inteligencia artificial y su aplicación en la infraestructura de las ciudades inteligentes, hay una pregunta que suele resonar en rondas de negocios y frente a mis clientes: ¿estamos realmente preparados para usar esta tecnología con sentido, o solo la estamos vistiendo de gala por una venta, ocultando una ciudadanía que se «idiotiza»?

Quiero ser claro: no soy pesimista. De hecho, me parece maravilloso cómo la IA puede optimizar procesos, ayudarme a organizarme y permitir que sigamos escalando soluciones en nuestra empresa. Sin embargo, como he mencionado antes, toda herramienta debe responder a un propósito claro.

  1. Más conectados, menos funcionales
    Chile se ha posicionado como líder en conectividad en la región. Estamos trabajando para transformar nuestras ciudades con infraestructura inteligente que integra IA y sensores, pero al mismo tiempo, seguimos en los últimos lugares en comprensión lectora. El problema no es solo la lectura en sí misma, sino la falta de entendimiento sobre el propósito de las herramientas. Es el «para qué».

Al final, con o sin IA, el desafío no es el algoritmo. Es que si el negocio no entiende la herramienta, se automatizan malas decisiones. Y si a esto le sumas la falta de criterio y los protocolos de seguridad se vuelven más que inútiles.

  1. La trampa del plug and play
    La IA y los negocios que viven de esto, prometen automatizar, predecir y optimizar. Pero sin el criterio humano para dirigirlos, solo estamos automatizando malas decisiones.

No se trata de tener prompts si las personas no entienden lo que están pidiendo. No se trata de tener dashboards de negocio si no hay protocolos que se cumplan. No se trata de tener cámaras 4K si nadie revisa las grabaciones por seguridad.

  1. Educación digital ≠ alfabetización crítica
    Existe una fascinación por enseñar a usar y vender nuevas herramientas, pero hay muy poco interés en enseñar a pensar y escalar de manera sostenible con ellas. Y esto es algo que se nota. Abundan los títulos, pero faltan personas funcionales.

Una ciudad inteligente sin ciudadanos críticos es solo un bonito showroom tecnológico, sin alma ni impacto real.

Quizás el problema no es la llegada de la IA, las startups con ChatGPT o el crecimiento de las ciudades inteligentes. El verdadero problema es que la conexión llegó más rápido que la madurez o capacidad de raciocinio de las personas. Y eso es lo a mi si me parece realmente preocupante en una sociedad: en lugar de iluminarse y buscar plenitud real en el día a día, se «embrutece».